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miércoles, 21 de octubre de 2015

La ofensiva rusa

Por: Omar Olazábal Rodríguez



Rusia instala campo de refugiados en Siria. Foto: Sputnik

Durante varios años hemos sido testigos de los desastres provocados por Occidente en el Medio Oriente. Los países destruidos, sus ciudades convertidas en ruinas y las guerras fratricidas que no cesan. Pareciera que se cumplen los designios de Israel y se convierte a la zona en un hervidero de pasiones encontradas. Sufre más la causa palestina, pues mientras esto ocurre, las miradas se dirigen hacia los conflictos mencionados.

La cacareada Primavera Árabe es un gran subterfugio para ocultar los verdaderos alcances de los cambios de régimen. ¡Cuántas figuras políticas estadounidenses han visitado públicamente y en secreto la zona! Las fotos se circulan por las redes sociales, no importa si las reuniones son con gobernantes o terroristas. La necesidad de herir y matar para ganar dinero no distingue entre la nobleza y la barbarie.

Ahora aúllan ante el ataque ruso al Estado Islámico(ISIS). Protestan después de haber permitido la expansión del ISIS no solo en Siria. Era algo increíble pensar que tamaño salvajismo pudiera crecer sin que los poderosos sistemas de inteligencia tuvieran el poder para hacerle frente. Para muchos siempre era mejor que Israel se beneficiara que detener la matanza incesante.

Con el pedido del gobierno legítimo de Siria, los aviones rusos han ido destruyendo paso a paso los enclaves más importantes del ISIS. Se ha usado no solo la más moderna tecnología militar, sino también las posibilidades de la transmisión de datos en tiempo real para demostrar que no se atacan objetivos civiles. Y casi al unísono, fuerzas norteamericanas bombardean “por error” (nadie lo cree) un hospital afgano. Son las paradojas del mundo en que vivimos.

He leído varios análisis relacionados con la ofensiva rusa contra los terroristas en Siria. Muchos de ellos están permeados del sinsabor causado por las victorias que poco a poco se van alcanzando en esa operación. La mayoría no toma en cuenta que la presencia del ISIS en ese país no es solo una amenaza local, sino también se ha convertido en un nido que cobija a miles de terroristas para prepararlos contra otros Estados, incluyendo a la propia Rusia.

Pero quizá el más agresivo análisis es el que compara a la actual ofensiva con la invasión soviética a Afganistán en 1979. No tiene nada que ver una con la otra. Me tocó vivir el comienzo y desarrollo de esa etapa de la historia de la URSS, con la carga enorme en recursos sobre todo humanos que trajo consigo. Cifras conservadoras calculan en 18 mil los muertos de la parte soviética en aquella invasión. Las causas y consecuencias de la misma son diametralmente opuestas a las que justifican hoy el ataque ruso contra el ISIS.

Recordemos como el Movimiento de Países No alineados trató el tema y pidió la retirada de los soviéticos de Afganistán. No solo por la forma en que se realizó, sino porque muchos comprendían que era una guerra en la que la URSS perdía demasiado ante el mundo. De hecho, en los análisis de la desaparición de la Unión Soviética, uno de los aspectos que se trata es la afectación sufrida en lo económico y lo político por aquella operación que duró una década. Y, por otro lado, fue precisamente en aquellos años cuando las agencias norteamericanas comenzaron en ese país la preparación de las fuerzas antisoviéticas que desembocaron en la formación de la banda terrorista Al Qaeda.

En consecuencia, el tratar de comparar lo que está ocurriendo ahora en Siria con el pasaje mencionado de la historia soviética no puede ser más que un intento por minimizar el éxito de la actual operación. Y de que está teniendo resultados no puede suscitar dudas. Solo hay que leer la prensa occidental para darse cuenta de que las cosas están marchando ahora a favor del pueblo sufrido de Siria.

Está claro que la batalla contra el terrorismo puede tener un éxito más rápido si se hace de manera consensuada. Pero si los otros no quieren entender que el enemigo está ahí, es salvaje y despótico, entonces solo resta seguir adelante y vencer. Le doy entonces la razón a Maxim Gorki cuando decía en “Los Bajos Fondos”: “Puede que sea un inadaptado o quizá un hombre con las ideas demasiadas claras, tanto que resultan incompatibles con aquellos que manejan sus ideologías a su antojo y conveniencia para sacar mejor provecho de ellas”