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domingo, 27 de diciembre de 2015

Venezuela: Por ahora

Por: Luis Britto García


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No hubo derrota popular más dura que el 27 de febrero de 1989. Al rebelarse contra el Paquete Económico del Fondo Monetario Internacional, millares fueron asesinados en las calles, sin que izquierda ni oficialidad patriótica pudieran coordinar esfuerzos para defenderlos.

Casi tan grave como la precedente fue la derrota del 4 de febrero de 1992. Ni masas ni izquierda lograron organizar movilizaciones en su apoyo; decenas de militares patrióticos perdieron vidas o carreras; el triunfo de la derecha parecía definitivo.

Por ahora.

No nos engañemos. La disputa por el poder político en Venezuela es sólo un medio para el control de la quinta parte de los hidrocarburos del planeta.

En esa lucha la oposición acaba de obtener 112 de 167 escaños en la Asamblea Nacional. Tres de ellos corresponden a representantes indígenas, a quienes el bolivarianismo concedió más derechos que cualquier otro gobierno. Son más de las 2/3 y las 3/5 partes que la Constitución exige para medidas de gravedad extrema. No corresponden a un crecimiento de la derecha, que en la elección presidencial de 2013 obtuvo 7.363.980 sufragios y ahora junta 7.707.322, apenas un 4,22% más. Se trata de una abstención del voto bolivariano ante la inacción del gobierno contra corruptos, acaparadores y especuladores.

En Los cuentos del Arañero narra Hugo Rafael Chávez que Fidel le dijo: “Mira, una conclusión que he sacado, tú dijiste en el discurso…”. Y peló por el discurso, el discurso mío lo tenía completico, y un resumen, y analizado por su propia letra, notas y números. Me dijo: “Tú dijiste en tu discurso una frase, una cifra, que hace diez años había en Venezuela seiscientos mil estudiantes universitarios, hoy hay dos millones cuatrocientos mil”. Eso es cierto, un crecimiento de cuatrocientos por ciento. Pero él tenía una lista larga de avances en educación, de salud, todo lo que hemos logrado, los avances sociales en estos diez años. Y me dijo: “He sacado una conclusión, Chávez. Ninguna Revolución que yo conozca, ni la cubana, logró tanto por su pueblo en lo social, sobre todo en tan poco tiempo como la Revolución Bolivariana”. ¿Saben cuál es la segunda? Así me lo dijo: “He concluido que ustedes no quieren sacarle provecho político a estos avances sociales”.

Como en tantas otras cosas, Fidel tenía razón. En Venezuela arrastramos una tremenda carencia de formación ideológica. No ha habido experiencias consistentes de escuelas de formación de cuadros. Se ha entregado al pueblo todo: atención médica gratuita, alimentos, medicinas y combustible subsidiados y 900.000 viviendas equipadas en los últimos años, 350.000 pensiones, millares de taxis nuevos, computadoras para los cursantes de educación Primaria y tablets para los estudiantes de Educación Superior, la cual es casi toda gratuita. Por falta de una campaña educativa, una parte del pueblo ha llegado a creer que todo eso cae del cielo, que no presupone un arduo trabajo ni hay que defenderlo, que podrá superarlo el primer demagogo neoliberal que cambie promesas por votos.

A la abstención del gobierno de combatir corruptos, especuladores y acaparadores correspondió la abstención del pueblo de votar.

Pero la ultraderecha trabaja incesantemente con sus errores a favor de la izquierda. Falta un año para las elecciones de gobernadores y Asambleas Legislativas de los estados.

Durante ese año escaso la derecha proseguirá su ininterrumpida acción de 17 años para la destrucción del poder bolivariano. Alegará que la derrota de los bolivarianos es plebiscito que debe obligar a la renuncia del Presidente; convocará contra éste un referendo revocatorio; destituirá vicepresidentes y ministros mediante votos de censura; negará la sanción para la Ley de Presupuesto y créditos adicionales; derogará la Ley habilitante y todas las que consagren beneficios sociales; negará la autorización para celebrar contratos de interés nacional; negará permiso para designar a los jefes de las misiones diplomáticas permanentes. Nombrará nuevos miembros del TSJ, nuevos rectores del CNE y nuevos fiscal general, contralor y defensor del pueblo, en cuanto venza el período de los actuales titulares o éstos sean destituidos con cualquier pretexto. Legislará la restitución a sus cargos con salarios caídos de la Nómina Mayor de PDVSA que intentó destruir la empresa. Dispondrá la reprivatización de todas las empresas estratégicas nacionalizadas. Intentará destituir al Presidente con recursos que no detallamos para no darle ideas.

Pero en el año que falta para las elecciones de gobernadores y Asambleas Legislativas estadales, la derecha puede ahuyentar todos los votos que ha obtenido con engaño aplicando de nuevo las medidas neoliberales que le quitaron el poder y que no puede dejar de aplicar. Continuará subiendo los precios hasta hacerlos incosteables, acaparando, desapareciendo bienes, especulando. Oportunas leyes anularán las prestaciones sociales de los trabajadores, consagrarán los despidos a capricho del patrón y restablecerán los créditos indexados, con intereses sobre los intereses. Otras normas liberarán precios, alquileres, y tasas de interés, aniquilarán progresivamente la educación gratuita, eliminaran subsidios, dispondrán el fin de las Misiones y reformularán el Presupuesto para reducir en más de la mitad el 61% del egreso público que hoy se dedica a inversión social. Leyes de amnistía devolverán la libertad a terroristas, corruptos, sicarios, delincuentes bancarios y paramilitares. La parapolítica impune pasará a ocupar un sitio normal en el cuadro institucional, lista para crear el cuadro de confrontación violenta que sirva de pretexto para una intervención foránea.

La falta de sanción para corruptos, especuladores y contrabandistas de extracción puede así acarrear la pérdida de Venezuela y la de América Latina ¡Qué cara, qué incomparablemente costosa nos está saliendo la impunidad de esos compañeritos!

Antes que preguntarnos qué planea la derecha, resolvamos qué deben hacer las fuerzas progresistas. Primero que todo: ejercer el derecho de veto presidencial contra leyes que destruyan derechos sociales o instituciones indispensables para la soberanía. Segundo: terminar con la impunidad de corruptos, acaparadores, especuladores y contrabandistas de extracción, sancionándolos en forma ejemplar e implacable, para probar al electorado que se abstuvo que no hay complicidad entre esos delincuentes y el gobierno. Tercero, reformar el aparato comunicacional que está en su poder para explicar de manera eficaz al pueblo el verdadero sentido y las ventajas del socialismo, y hacerle patente lo que el neoliberalismo le arrebatará. Cuarto, poner en pie de lucha movimientos sociales, sindicatos y otras organizaciones contra la venidera arremetida neoliberal, que se traducirá en despidos masivos, retiro de derechos laborales y de pensiones. Quinto, hacer valer la disposición constitucional que pauta que las conquistas sociales son irreversibles. Sexto, extremar las medidas policiales y de seguridad contra el paramilitarismo, que ya se perfila como el brazo armado del neoliberalismo. Séptimo, iniciar una profunda reestructuración del Partido Socialista Unido de Venezuela y de otras organizaciones del Polo Patriótico, para corregir fallas, ineficiencias, burocratismos y usos ventajistas del poder. Octavo, desechar radicalmente la idea de pactos o componendas “pragmáticas” con el empresariado y la derecha, en vista de los resultados catastróficos de la convivencia hasta ahora aplicada. Noveno, reforzar la formación ideológica de los militantes, y la del pueblo en general. Décimo: predicar con el más convincente de los argumentos: el ejemplo.

(Tomado de La pupila insomne)

Luis Britto García
Narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante, explorador submarino, autor de más de 60 títulos. En narrativa destacan “Rajatabla” (Premio Casa de las Américas 1970) y “Abrapalabra” (Premio Casa de las Américas 1969).

miércoles, 21 de octubre de 2015

La mandataria Argentina se va por la puerta ancha

            Derecha latinoamericana: Una plaga a erradicar en la Patria Grande

Por: Patricio Montesinos



Solo pasando algunas páginas de las últimas décadas del siglo XX y los años transcurridos de la actual centuria, es suficiente para afirmar que la derecha tradicional latinoamericana es como una plaga que arrasa con los países, cuando está en el poder, y daña también, desde la oposición, las cosechas que gobiernos progresistas cultivan en favor de los pueblos.

A propósito de las elecciones argentinas del venidero domingo, es válido recordar cuánto arruinaron a esa rica nación de la Patria Grande, las dictaduras militares impuestas en Buenos Aires por sectores conservadores, y ejecutivos “democráticos” disfrazados de ovejas, pero lobos al fin, todos al servicio de la oligarquía, y de Estados Unidos.

Unos vestidos de militares y con armas asesinando en las calles, y otros de cuello blanco robando, al igual que los primeros, vendieron y quebraron una y otra vez a esa nación sudamericana, que comenzó a recuperarse y lograr estabilidad con la llegada a la Casa Rosada del presidente Néstor Kirchner, el 25 de mayo de 2003.

Fue Kirchner quien consiguió sacar a la Argentina del llamado “corralito”, una de las peores crisis de la historia de su país, que vivió a fines del siglo pasado y primeros años del XXI en un caos económico total, en suspensión de pagos y con altísimos índices de desempleo y pobreza.

A esa problemática tuvo que enfrentarse el entonces nuevo ocupante de la Casa Rosada de Buenos Aires, quien revertió el panorama nacional, al reestructurar la deuda, alcanzar un superávit fiscal, incrementar las reservas monetarias del Estado, y mantener una tasa de crecimiento del 9 por ciento hasta 2007.

Kirchner desafió las recetas venenosas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI), como otra fórmula macabra de dominación de Washington en Latinoamérica, y abogó por la soberanía y la integración regional.

Similar camino y con demostrada valentía ha recorrido hasta hoy la presidenta Cristina Fernández, quien en sus dos mandatos ha superado todo tipo de obstáculos de la derecha tradicional, y sus financistas externos, para asediarla y tratar de derrocarla.

Ningún método les ha servido a los enemigos de los procesos soberanos y unitarios que se escenifican actualmente en Latinoamérica para doblegar a la bella y digna Cristina, ni siquiera el de los parásitos e infames Fondos Buitre.

La mandataria Argentina se va por la puerta ancha, con un proyecto hecho, que de seguro tendrá continuidad por sus sucesores, y ella desde ya figura en la historia como una de las más valerosas mujeres de la Patria Grande.

Los conservadores en ese Estado sudamericano, como en la mayoría de la región, tendrán que conformarse con tratar de estropear los cultivos que a favor de los pueblos riegan los gobiernos progresistas, pero que al mismo tiempo fertilizan con más eficacia para erradicar la plaga que sigue siendo la derecha, quizás hoy más violenta, para Nuestra América.

Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, entre otras naciones, también del Caribe, con destaque para Cuba como ejemplo histórico, sabrán salir victoriosas, junto a la Argentina, ante quienes insisten en saquear a la Patria Grande en beneficio de las oligarquías decadentes como el imperio de Estados Unidos.