La muchacha del portón azul
Domingo Núñez Prosa poética con historia de amor de juventud, con toques de realismo, ternura y evocación No sé si era por el calor o por la adolescencia, pero aquel verano en Sabana del Puerto todo parecía arder... hasta el alma. Ella vivía en la casa del portón azul, justo después del recodo de la iglesia de los Quemao. No era la más bella —eso dicen los que nunca supieron mirar—, pero tenía una sonrisa que podía desarmar a cualquier santo del altar. Y tenía algo más: una manera de mirar como si estuviera descubriendo el mundo por primera vez… y uno era parte de ese mundo. Nos veíamos al pasar. Yo, con cualquier excusa: ir al colmado, llevar agua, visitar a la tía. Ella, siempre barriendo el frente, como si esperara a alguien. Como si me esperara a mí. Una tarde de agosto, mientras la brisa jugaba con las hojas secas del flamboyán, me acerqué. No dije mucho —yo era torpe con las palabras, más diestro con los silencios—, pero le tendí una flor de campanilla que había corta...