De Caracas a Kiev: claves del nuevo orden multipolar
Vivimos una hora de definiciones. No se trata de idealizar a ningún actor geopolítico, pero sí de reconocer que el mundo unipolar cede ante una realidad más compleja, más plural, y tal vez, más justa. El viejo mundo no está muriendo sin lucha, pero el nuevo está naciendo. Y como toda transición histórica, está siendo turbulenta. Pero también es necesaria.
Hablar de una «época de cambios» o de un «cambio de época» es, en el fondo, reconocer la naturaleza dialéctica y transitoria de la historia.
Todo cambia, todo fluye, todo pasa. Y aunque cada momento histórico es, por definición, pasajero, hay etapas en las que la transitoriedad se revela con especial crudeza: épocas en las que se quiebran las certezas y el mundo parece extraviar sus coordenadas fundamentales. Estamos viviendo una de esas etapas.
Así como hubo momentos de equilibrio, en los que las creencias, las ideas, las estructuras políticas, las artes, la ciencia y la cultura parecían formar un todo coherente, también han existido rupturas bruscas. Y cuando eso ocurre, como ocurrió con la caída de Roma, con el ocaso del imperio musulmán de Occidente o con la España del siglo XVII, emerge con claridad la verdad de la historia: todo modelo es finito.
Ese espejo del pasado nos advierte que el modelo occidental actual —económico, financiero, político y cultural— está agotado. Se prolongó más de lo que su sostenibilidad permitía, gracias a mecanismos de expansión artificial como la creación ilimitada de dinero y la acumulación de una deuda global insostenible. En particular, Estados Unidos mantuvo su hegemonía a través de la emisión de una moneda sin respaldo, convirtiendo al dólar en el eje de un sistema financiero profundamente asimétrico. Pero ese sistema ya muestra signos visibles de fractura.
América Latina y el Caribe: nuevos vientos
La crisis del Caribe, marcada por el asedio económico a Venezuela, Cuba y Nicaragua, ha desnudado la hipocresía de los discursos democráticos que justifican sanciones, bloqueos y exclusiones. Lejos de debilitar a estos países, las medidas impuestas por Washington y secundadas con torpeza por la Unión Europea han reforzado la percepción de una arrogancia neocolonial en declive.
En este escenario, la voz del presidente Gustavo Petro ha resonado con fuerza. Con gallardía y visión regional, ha defendido la soberanía de Venezuela y ha denunciado los dobles raseros de Occidente. Su firmeza, incluso ante los foros multilaterales, ha roto con décadas de sumisión diplomática y ha puesto sobre la mesa un principio olvidado: sin respeto entre iguales, no hay integración posible.
Rusia y China: arquitectos del nuevo orden
El nuevo orden global no tiene una capital, pero sí varios pilares. Rusia y China no actúan como mesías, sino como catalizadores de un proceso inevitable: la desoccidentalización del poder global. Frente a la decadencia del sistema liderado por Estados Unidos y sus aliados, estas potencias han tendido puentes —económicos, tecnológicos, diplomáticos— hacia los países históricamente excluidos del diseño mundial.
El fortalecimiento de los BRICS+ y los crecientes acuerdos en monedas locales entre Moscú, Pekín, Teherán, Nueva Delhi y otras capitales del sur global son expresiones concretas de esa multipolaridad. En este marco, el Caribe cobra una nueva centralidad, no como patio trasero del imperio, sino como zona geoestratégica donde se juega la dignidad de nuestros pueblos.
El papelón de la Unión Europea
En esta transición histórica, la Unión Europea ha optado por la incoherencia. Incapaz de definir una política exterior independiente, ha seguido a Washington incluso en decisiones que perjudican sus propios intereses económicos y energéticos. Ha perdido credibilidad como bloque mediador y se ha convertido en un actor subordinado, sin visión ni coraje.
Desde el apoyo crítico a la guerra en Ucrania hasta la validación de sanciones unilaterales contra gobiernos legítimos de América Latina, Bruselas ha mostrado que su supuesto humanismo tiene límites muy claros: empieza y termina en función de los intereses de la OTAN.
No es que viene, es que ya está aquí
Este no es un cambio que se avecina. El nuevo orden ya está entre nosotros. Tierno aún, imberbe, pero ya comenzó a gatear. El viejo mundo se resiste a morir, pero el nuevo ya respira con fuerza.
Nos encontramos, una vez más, ante un parteaguas de la historia. Un momento en el que lo que parecía estable, eterno y universal comienza a desmoronarse, abriendo paso a lo que vendrá. Y como siempre en la historia, ese futuro no está escrito.
Lo escribiremos entre todos, con aciertos y errores, con poderosos y con excluidos. Pero lo que está claro es que el mundo está cambiando.
Por Domingo Núñez Polanco
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