He estado tres días hablando de lo que son los
pactos y los acuerdos y los compromisos políticos. Porque aquí se han estado haciendo muchas
especulaciones sobre posibles pactos en que figure (…) porque se ve claramente,
se nota, se siente hasta en el aire, que las masas del Pueblo, sean del partido
que sean, quieren un acuerdo de unidad, quieren que los partidos y grupos que
no son balagueristas o gobiernistas se unan para hacer algo, para librarnos de
este gobierno que por un lado siembra varillas y cemento, por el otro hace
millonarios a los ricos comprándoles lo que tienen por lo que no vale y por
otro está dejando morir de hambre y de enfermedad a las grandes mayorías
pobres. Y como el deseo de la unidad está en el aire, en la mente de mucha
gente, he querido hablar de lo que son los acuerdos, los entendimientos y los
compromisos políticos para que en caso de que…
se llegue a hacer alguno, que el Pueblo sepa a qué atenerse; que conozca
nuestras ideas sobre estos asuntos. En política, todo lo que se haga a espaldas
del Pueblo, escondiéndose del Pueblo, es seguramente malo y perjudicial para el
Pueblo. Y de lo que pueden ustedes estar seguros es de que a nosotros no nos
llevará nadie a nada que pueda perjudicar al Pueblo.
[En 1961] el 14 de Junio y la UCN se unieron
porque ambos eran antitrujillistas, y ser antitrujillista era lo que a los ojos
de los dominicanos parecía progresista y avanzado allá por los meses de julio y
agosto de 1961; pero en un artículo mío que se publicó en la revista Life en
español antes aún de que yo volviera al país, dije que en el futuro próximo era
inevitable la división entre los seguidores del Dr. Viriato Fiallo y los de
Manuel Tavárez Justo y lo dije porque aun desde afuera me daba cuenta de que
los que seguían al Dr. Fiallo formaban el grupo económico y socialmente
dominante del país y el grupo de los que seguían a Manolo procedía de la
mediana y la alta pequeña burguesía con ideas políticas reformistas, que eran,
entonces, ideas revolucionarias para el medio dominicano. Y digo todo esto para
que nos pongamos claros en un punto: la sociedad, aquí y en todos los países
como el nuestro, está formada por clases, no por partidos. Los dirigentes
políticos que saben esto pueden ir tranquilamente a cualquier alianza; los que
no lo saben, saldrán apaleados de cualquier alianza, aunque sus aliados sean
ángeles del Cielo
Dominicanos: Anteayer terminé mi intervención
en Tribuna Democrática refiriéndome a ciertos conceptos sobre las alianzas
políticas que habían expuesto Radhamés Gómez Pepín y Antonio Emilio Ornes. Y hay que hablar de eso,
porque es de muchísimo interés para este país, especialmente en estos momentos,
que el Pueblo tenga opiniones bien fundamentadas sobre si conviene o no
conviene que dos o más partidos y grupos se pongan de acuerdo, en momentos
determinados, para llevar a cabo planes determinados. Por de pronto, volviendo
a lo que dijo Radhamés Gómez Pepín sobre la alianza del 14 de Junio con Unión
Cívica Nacional, conviene aclarar que esa alianza no fue planeada; no se
estudió, no fue el resultado de un análisis de la situación nacional del
momento (y ese momento fue más o menos de fines de julio de 1961 a febrero de 1962).
Fue una alianza y sin embargo no fue producto de un acuerdo o un pacto. Fue una
alianza porque las dos organizaciones, el 14 de Junio y la UCN, tenían casi
casi un propósito común, que era el antitrujillismo, y por esa razón se
confundían tanto en algunos aspectos que había miembros de UCN que en realidad
eran catorcistas, aunque era menos frecuente hallar catorcistas que fueran
cívicos activos declarados.
Al hablar del antitrujillismo que unió a los
cívicos y a los catorcistas expliqué que el antitrujillismo podía tener sentido
político mientras vivía Trujillo, pero no podía tenerlo ni un minuto más
después de haber desaparecido Trujillo, porque el trujillismo no era un sistema
ni una clase; el trujillismo era una forma pasajera y dominicana del sistema
capitalista, y lo que quedó al desaparecer Trujillo fue el sistema, y contra lo
que había que luchar era contra ese sistema, y mal podía lucharse contra ese
sistema uniéndose, aunque fuera de manera práctica, de hecho y no mediante
acuerdos o pactos, con los grupos que tenían el poder económico y social del
país.
En la historia dominicana había dos
antecedentes de alianzas políticas que nadie había estudiado y por tal razón no
representaban una lección histórica para ningún dominicano; y al llegar aquí tengo
necesariamente que detenerme un poco en este punto para decir que así como no
hay dos vidas humanas exactamente iguales, ni aun cuando se trate de hermanos
mellizos, así tampoco hay dos pueblos cuyas historias sean exactamente iguales.
¿Y saben ustedes cuáles son las consecuencias en la vida diaria de que ni aún
tratándose de dos hermanos mellizos sus vidas hayan sido exactamente iguales? Pues las consecuencias son que sus experiencias
no son las mismas; sus recuerdos son diferentes, sus maneras de sentir y de
pensar son también diferentes, y por todas esas razones es completamente
imposible que los dos se comporten de la misma manera ante un mismo problema.
Esos dos hermanos pueden ser tan parecidos físicamente que hasta su propia
familia los confunda, y sin embargo nunca serán exactamente iguales a la hora
de actuar, porque ninguna vida es exactamente igual a otra y en consecuencia
dos personas no podrán tener jamás el mismo comportamiento. Y sucede que lo que
se ha dicho de dos personas puede decirse de dos pueblos.
Nunca jamás se ha
visto que dos pueblos tengan una historia igual, y por tal razón no puede
esperarse que haya dos pueblos que se conduzcan en la misma forma. Ahora bien,
si la memoria de un ser humano, todo lo que recuerda, es lo que le permite
hacerse un juicio sobre las cosas a base de la experiencia que le han dado los
hechos en que ha tomado parte, de la historia de un país es de donde puede
salir la experiencia de un pueblo, porque la historia de un país equivale a los
recuerdos de una persona. Pero eso sí, démonos cuenta de que así como es
imposible que una persona forme experiencia a base de recordar únicamente lo
que le pasó sin averiguar por qué le pasaron ciertas cosas y cómo hubiera
podido evitarlas y hasta salir mejor de tal o cual situación, así la historia
de un pueblo no le puede ser útil para aprender, si esa historia está hecha
solamente de relatos de lo que ha pasado en el país sin que se explique, junto
con los relatos, por qué pasaron tales y cuáles cosas y cómo hubieran podido
evitarse o hacerse otras mejores; en dos palabras, sin estudiar la historia.
Algunos
historiadores (es decir, los que escriben la historia) creen que los hechos que
se dan en la vida de un pueblo se deben a que sus grandes hombres fueron malos
o buenos o medianos o superiores, y consideran en consecuencia, que quienes
realizan o ejecutan o hacen los hechos históricos son unos pocos hombres que
sobresalen entre los demás. Pero hay otros historiadores que no tienen ese
criterio; que creen que los pueblos están formados por hombres, pero que los
que actúan no son estos como individuos sino como clases, y que cuando en la
vida política de un país se hace presente un hombre que sobresale entre los
demás, ese hombre es el representante de su clase social, no el representante
de él mismo, y como tal representante de su clase sus actos obedecen al interés
de su clase, que naturalmente, resulta que coincide con su interés personal,
pues si su interés y el de la clase que él representa fueran diferentes,
entonces él no estaría representando a esa clase sino a otra. Ahora bien,
sucede que, en determinados momentos de la historia de un país, una clase o un
sector de una clase viene a ser el representante de los intereses y de los
deseos de todo el Pueblo o de una gran mayoría del Pueblo; y lógicamente, el
hombre que en ese movimiento represente o encabece a esa clase o a ese sector
de una clase que está a su vez representando los intereses de todo el Pueblo o
de una gran mayoría del Pueblo, pasará a ser el hombre más grande de ese
pueblo. Pasará a ser su líder, su figura sobresaliente. Veamos el caso de Juan
Pablo Duarte en los años que van de la fundación de la Trinitaria hasta la
declaración de la Independencia de la República.
En esos seis años, Duarte,
miembro de la pequeña burguesía comercial e intelectual del país, se convierte,
antes que nada, en el líder de la pequeña burguesía de la Capital, y como esa
pequeña burguesía es la que va a organizar y dirigir en sus primeros momentos
la lucha por la independencia, es natural que aquel que es su líder, esto es,
el líder de la pequeña burguesía capitaleña, y además es el que la ha dirigido
y organizado en la Trinitaria, se convierta en el líder nacional de su clase.
Oigan bien eso, líder nacional de su clase, pero no de todas las clases del
país, desgraciadamente, pasará Duarte a ser líder después que el Pueblo entero
lo reconozca como Padre de la Patria, y eso sólo vino a suceder cuando ya él no
estaba en el mundo de los vivos. Fijémonos, sin embargo, en que organizar y
dirigir la lucha por la independencia no quiere decir hacer o llevar a cabo esa
lucha. La pequeña burguesía dominicana de 1838 y 1844, y especialmente la de la
Capital y algunos puntos del Sur, podía dirigir y organizar la lucha, porque
era el grupo social más consciente del país en esos años; pero no tenía fuerzas
para hacer la independencia. De eso se dio cuenta Duarte gracias a su instinto
político, no a sus conocimientos, porque en esos tiempos ni él ni nadie tenía
conciencia de que la historia se producía debido a las actuaciones de las
clases; pero se dio cuenta, y eso es para nosotros lo importante, y comenzó a
reconocer que para alcanzar la independencia de la República Dominicana, los
dominicanos independentistas, o lo que es lo mismo, la pequeña burguesía
organizada en la Trinitaria tenía que aliarse a la pequeña burguesía haitiana
porque ese era el sector social de Haití que estaba organizando un movimiento
para ponerle fin al Gobierno de Boyer, y sin ponerle fin a ese gobierno que
tenía ya 25 años no se podía ni siquiera pensar en darle principio a la lucha
para lograr la independencia dominicana.
La alianza de la pequeña burguesía dominicana
de la Trinitaria con la pequeña burguesía haitiana antiboyerista dio sus
resultados cuando estalló en Haití la llamada Revolución de la Reforma, que
provocó la renuncia del presidente Boyer el 13 de marzo de 1843. En mi libro
Composición social dominicana digo estas palabras: “En su aspecto armado la
llamada revolución de la reforma se circunscribió a la parte haitiana; en la
parte dominicana los actos revolucionarios comenzaron catorce días después de
la renuncia de Boyer, y fue en la organización, la dirección y la realización
de esos actos donde la pequeña burguesía dominicana tomó conciencia de su
naciente autoridad política y social. ‘En muchos casos, aliados con haitianos
de la pequeña burguesía que vivían en la parte dominicana y en otros casos
aliados a figuras tradicionales de la sociedad hatera, los jóvenes líderes de
la pequeña burguesía dominicana sublevaron algunos puntos y participaron en
juntas de gobierno otros”. Aquí termino la lectura de lo que dije en el libro
mencionado y paso a decir otras cosas. La primera de ellas es que la alianza de
los trinitarios o pequeños burgueses independentistas dominicanos con los
pequeños burgueses antiboyeristas o reformistas de Haití dio el resultado que
esperaban los dominicanos; pero que inmediatamente después de haberse obtenido
esos resultados comenzaba una nueva etapa de la lucha; comenzaba la etapa de la
lucha que debía llevar a la pequeña burguesía dominicana de la Trinitaria o
duartista a enfrentarse con la pequeña burguesía haitiana que había conquistado
el poder mediante la Revolución de la Reforma. Es decir, los que fueron aliados
hasta marzo de 1843 iban a pasar rápidamente a ser enemigos, porque como era
natural, los nuevos gobernantes de Haití, por muy aliados que hubieran sido de
los trinitarios dominicanos, no iban a permitirles a estos que declararan la
independencia, así como así. Pero la situación de los trinitarios o duartista
era complicada, porque ellos se habían organizado para hacer, para lograr, para
conquistar la independencia de la parte dominicana de la isla, y no tenían
fuerzas para hacerla o lograrla o conquistarla ni aun después de haber
desaparecido Boyer.
Los haitianos, bajo el gobierno de Boyer o bajo
el de los sucesores de Boyer, no iban a darles a los dominicanos libertad para
que conspiraran por su independencia, y ocurría que el gobierno haitiano que
había sucedido al de Boyer contaba con el apoyo de una parte del Pueblo
dominicano, de un sector social muy importante, porque tenía prestigio y peso
sobre el resto de los dominicanos; ese sector era el de los hateros.
¿Quiénes eran los hateros? Los hateros eran los
dueños de grandes hatos, y eran algo así como lo que hoy llamamos latifundistas
y grandes terratenientes; y se llamaban hateros porque sus antepasados se
habían dedicado a la ganadería, y la palabra hato, escrita con h, significa
grupo de reses. Tener grandes extensiones de tierra en aquella época no
significaba nada si se habla de riqueza, porque entonces la tierra valía
centavos; pero socialmente sí era importante debido a que los hateros provenían
de las familias de más prestigio que habían habido en el país desde la época de
la llegada de los españoles, 350 años antes. Muchos de los hateros, o miembros
de las familias hateras, eran empleados del gobierno haitiano, y el gobierno
haitiano se apoyaba en el prestigio de esos hateros para mantener su autoridad
sobre la población dominicana. Así, pues, para lograr la independencia, Duarte
y los trinitarios tenían que separar a los hateros de los haitianos y aliarse
entonces ellos con los hateros, y eso fue lo que hicieron en ese mismo año de
1843.
Fíjense ustedes cómo fueron los movimientos
políticos de Duarte y de los trinitarios: Primero se aliaron a la pequeña
burguesía haitiana para derrocar a Boyer, cosa que se logró; y después se
aliaron a los hateros dominicanos para entre los dos sectores (trinitarios y
hateros) quitarse de arriba al gobierno haitiano. Todo eso fue muy rápido,
porque entre la renuncia de Boyer y la proclamación de la independencia
dominicana pasó algo menos de un año, y precisamente por ser muy rápido y por
otras razones, podemos decir que esos movimientos políticos fueron una obra de
arte. Porque lograr la alianza con la pequeña burguesía haitiana para derrocar
a Boyer podía ser fácil hasta cierto punto, pero darse cuenta de que había que
aliarse a los hateros para enfrentarse a los haitianos no era ya cosa tan
fácil. Para hacer eso hacía falta tener visión política, y Duarte la tuvo. Lo
que le faltó a Duarte fue lo que tenía que faltarle, porque en esos tiempos no
lo tenía nadie en el mundo; y hablo del conocimiento de cómo actúan las clases
sociales.
Al idear y realizar la alianza con los hateros
dominicanos, Duarte no previó, y no podía preverlo, que los hateros irían a la
alianza con los trinitarios, es decir, con la pequeña burguesía
independentista, pero con su plan particular; irían a la alianza para usar a
los trinitarios, no para tratarlos de igual a igual.
En la alianza de hecho, no planeada, no
pactada, entre los catorcistas y los cívicos que iba a producirse 120 años
después, pasaría como es natural algo semejante. Los hateros querían la
independencia lo mismo que los trinitarios, pero la querían para ir ellos al
Gobierno; los cívicos eran antitrujillistas lo mismo que los catorcistas, pero
su antitrujillismo tenía una finalidad, que era usarlo ante el Pueblo para
abrirse paso hacia el Gobierno. Y el antitrujillismo catorcista era un
sentimiento hasta cierto punto romántico, aunque originado en lo que muchos de
ellos habían sufrido en los días de torturas y de persecuciones de que fueron
víctimas.
¿Por qué aceptaron los hateros aliarse con los
trinitarios? Porque la naturaleza social del nuevo gobierno haitiano, del
gobierno de la pequeña burguesía haitiana, era contraria a la naturaleza social
de los hateros. La pequeña burguesía haitiana era lo que podría llamarse hoy
progresista y los hateros eran lo que podría llamarse hoy reaccionarios. Esa
pequeña burguesía haitiana que había derrocado a Boyer y le llamó a su
movimiento Revolución Reformista, y para los hateros, la palabra reforma era
pecado. Cuando se aliaron con los trinitarios los hateros hicieron bien sus
cálculos y dijeron: “Juntos con estos sacamos de aquí a los haitianos, pero eso
sí, los que van a gobernar vamos a ser nosotros”. Hay razones para pensar que
el plan de deshacerse de los duartista o trinitarios aún antes de que se
conquistara la independencia fue iniciado por los hateros, denunciando el
movimiento trinitario al presidente haitiano Charles Herard, porque es curioso
que estando ya para entonces aliados los trinitarios y los hateros, las órdenes
de prisión que dio Charles Herard fueron contra trinitarios nada más, y no
contra ningún personaje hatero. Duarte tuvo que salir del país, Mella fue
preso, Sánchez se escondió y desde su escondite siguió trabajando por la
independencia; pero cuando llegó el día de escribir el manifiesto de la
independencia, su autor fue un conocido hatero, y cuando llegó el día de la
independencia y el de la formación de la Junta Gubernativa, su presidente fue
ese conocido hatero, y cuando llegó el momento de formar un ejército
dominicano, cosa que sucedió inmediatamente, ese ejército quedó formado bajo la
jefatura de otro hatero que fue Pedro Santana.
Y así fue como vino a suceder que los
trinitarios organizaron la lucha y fueron los autores de las maniobras
políticas necesarias para llegar a la independencia, porque sin la alianza de
los trinitarios con la pequeña burguesía haitiana antiboyeristas, primero, y
sin la alianza de los trinitarios con los hateros dominicanos después, no
hubiera habido ni la más remota posibilidad de llegar a la independencia; de
manera que la obra de la independencia hay que reconocérsela a los trinitarios.
Pero eso sí, el poder lo cogieron los hateros, primero en la persona de
Bobadilla y después en la persona de Santana. Y si alguien hubiera estudiado
ese episodio de la historia dominicana tal como debe estudiarse la historia,
viviéndola como un resultado de las luchas de las clases o de los sectores de
clases, probablemente lo que les sucedió a los catorcistas en el 1969 no les
hubiera sucedido, porque se hubieran visto en el espejo de la historia y ese
espejo les hubiera enseñado que los que se alían no son los hombres ni los
partidos, sino las clases, y como cada clase o sector de clase tiene sus
intereses particulares y sus planes particulares, que van de acuerdo con esos
intereses, hay que ir a las alianzas políticas con visión clara de todo lo que
puede pasarle al que no sepa eso.
Pues sucede que el que no sabe es como el que
no ve, y el que no ve está ciego aunque tenga ojos muy buenos, y para el que no
ve todos los gatos son prietos; y eso no es verdad, señores; que hay gatos
prietos, pero también los hay blancos y los hay barcinos, los hay grises y los
hay café con leche. Los hay de muchos colores, menos de tres, porque los que
tienen tres colores no son gatos, son gatas. En la historia dominicana hubo
otra alianza, pero ya no dispongo de tiempo para hablar de ella hoy, de manera
que será otro día. Hoy, del único tiempo de que dispongo es del indispensable
para decirles: hasta mañana, si Dios quiere, dominicanos.
Juan Bosch
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