lunes, 11 de mayo de 2020

En mi 66 aniversario, una reflexión y una propuesta.

En el aniversario de mis 66 primaveras.




Desde la 10 diez de la noche de aquel domingo 12 de mayo de 1954 vine al mundo desde el vientre de mi madre. Hacen 66 primaveras de mi primer contacto directo con la luz cósmica. Desde entonces 792 meses han transcurrido de mi paso por esta galáctica, más exactamente unos 23,760 días, tiempo suficiente y oportuno para hacer una reflexión de lo vivido: “Que hecho que no debía haber hecho y que no hice que debía haber hecho”

Existe un momento en la vida en que se juntan el coraje, la osadía, la razón, entonces uno respira profundo, contiene la respiración, camina hasta el borde del precipicio y salta. Aquí estamos saltando hacia un desafío: coherencia en el decir y hacer, ser más racional en nuestras actitudes y acciones, más inteligencia y sentido práctico, desarrollar a máxima potencia el instinto del sentido común. También dar el gran salto que va de la inutilidad de la existencia a la búsqueda de un sentido a través del compromiso con los demás.

Hay que promover y conseguir un ser humano que quiera saber lo que es bueno y lo que es malo; que se apoye en el progreso humano y científico. Un ciudadano que rechace la cultura de la vida fácil, la búsqueda del bienestar o placer sin más, sabiendo que no hay verdadero progreso humano, si este no se desarrolla amparado en un fondo moral. Ahí está el gran reto, el gran salto, pero no al vacío, sino al porvenir.

Hoy, llegado a mis 66 primaveras, sucede y viene hacer que el mundo no está en su mejor momento. Una crisis global en todos los órdenes y se agudiza de manera crítica con la llegada del COVID19.
Estamos en un momento de incertidumbre, donde al ciudadano lo asalta la desconfianza, lo hace dudar de todos y de todas las propuestas para un cambio de vida; es aquí donde los lideres, los comprometidos con las sanas y buenas causas de los pueblos deben asumir con responsabilidad su papel de guía y orientadores.

Educar en valores y asumir principios de vida que den coherencia al pensar y a la acción poniendo en primer plano a las necesidades existenciales del hombre los cuales trascienden más allá del ámbito del conocimiento y lo material. Educar en valores no es más que contribuir al desarrollo global de cada persona: que aprendan cuidar y desarrollar su mente, su inteligencia; desde el punto de vista humano, sientan sensibilidad por el débil, el sufrido; adquieran responsabilidad individual, espiritualidad y sentido ético  de la vida.

Desde finales del siglo pasado la sociedad se dirige, en cierta medida, por unos derroteros que la hacen sentir enferma, de donde emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo, consumismo, permisividad. Un individuo así se parece mucho a los denominados productos light de nuestros días: comidas sin calorías y sin grasas, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, mantequilla sin grasa, tabaco sin nicotina, Coca-Cola sin cafeína y sin azúcar…  Por igual, un hombre light es un hombre sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo ilimitado y sin restricciones. El hombre light carece de referentes, tiene un gran vacío moral y no es feliz, aun teniendo materialmente casi todo.

Urgente la necesidad de cambios profundos, hacer emerger un nuevo modo de vida para los cambios que la posmodernidad impone con su ausencia de valores éticos.

Hermanos y amigos nos acercamos aceleradamente al fin de una era. Se trata de un proceso que ya se ha iniciado.

Las crisis financieras, alimentaria, sociales, económica, ambiental y sobre todo una profunda crisis en valores están convirtiendo la vida de los seres humanos en una penuria constante. Hemos llegado al punto en el que la vida, lejos de disfrutarse, se sufre. Y se sufre más allá de la posición económica de cada uno, no sólo sufre el pobre, sino también quien tenga conciencia de la realidad social y ambiental, pues es muy difícil ser plenamente feliz, siendo consciente de que miles de niños mueren cada hora por no poder acceder a unos pocos litros de agua potable, o que muchos millones padecen hambre crónica a lo largo de toda su corta vida.

Me da miedo pensar que muchos, después de tanto batallar frente a la infinita injusticia de nuestra era, corramos el riesgo de perder nuestra sensibilidad, de acorazar demasiado nuestro corazón, que corramos el riesgo de dejar de sentir amor por el prójimo, por la madre naturaleza, por la vida, de ahí que es necesario asumir con responsabilidad la tarea de una educación en valores.

A mis 66 primaveras vividas, más exactamente unos 23,760 días, me propongo dar el más grande salto de mi vida: entrar al mundo de la filosofía, comprender la época en que vivimos y tomar iniciativas de cambios y transformación, aunque nuestros esfuerzos sean del tamaño de un granito de maíz, no importa, ya lo dijo José Martí, el apóstol de la libertad de Cuba: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”

Abogo por una filosofía como guía de vida, con sentido práctico. Una filosofía para la vida. La filosofía de vida no es más que una caja de herramientas cotidiana, un mecanismo para hacer frente a los principales retos y preguntas existenciales del día a día.

¿Saben hermanos y amigos de qué filosofía estamos hablando? Estamos hablando de la doctrina filosófica el estoicismo.

En el estoicismo, la sabiduría y la virtud se hacen transversales. Considera la importancia que tiene para el hombre comprender el sentido de la sabiduría y de la virtud. La forma en que éstas pueden ser puestas en práctica para efectos de buscar la vida feliz. De este modo el estoicismo establece nuevos caminos para orientar la conducta humana, teniendo como inspiración “la búsqueda de la tranquilidad del alma”

Finalizando mis “peroratas” filosóficas, les hablare de mi dioscidencia de mi encuentro con la doctrina estoica: Buscando repuesta personal a la vida que llevaba, tome por iniciativa buscar, pesquisar opciones coherentes de filosofía de vida y probar la vigencia de los enunciados o consejos. Oh, sorpresa: Advertí en el estoicismo su coherencia y funcionamiento, su base analítica de búsqueda del bienestar interno y el control racional de los impulsos.

Algunos pensadores modernos de nuestro tiempo dicen de los estoicos: “fueron valientes, moderados, sensatos y autodisciplinados. También insistieron en la importancia de cumplir con nuestras obligaciones y de ayudar al prójimo”. Muchos compartimos estos valores.

El estoicismo es en sí un modo sencillo de pensar el hombre, de entenderlo con relación a su contexto, dentro del cual se admite la importancia de vivir de acuerdo a la naturaleza, facilitando de ese modo la construcción de una sociedad menos violenta, toda vez que la violencia tiene su punto de origen en la desigualdad y la falta de posibilidades de unos en relación con otros, de lo cual el estoicismo ya ha hecho una precisa meditación, dejando como resultado la comprensión de que para vivir bien basta con lo mínimo.

A partir de hoy prometo y asumo estos principios doctrinarios como una filosofía de vida. Una filosofía con sentido práctico y humanista.

No estoy todavía en edad de dármela de consejero por todo lo vivido. Pero si me creo en el deber de decir algo. Por fuerza del destino esa es nuestra misión: sembrar conciencia, iluminar mentes dormidas y surcar humanidad.

Lo digo y lo dicen otros, a propósito de mis 66 primaveras: “La juventud termina cuando se apaga el entusiasmo. No hay mayor privilegio que el de conservarlo hasta la madurez; es don de pocos y parece milagro en quien lo atesora hasta la ancianidad, como el gran filósofo Sócrates y por igual nuestro Comandante eterno Fidel Castro que vivió hasta que quiso.

Saludos y abrazos para todos.

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