viernes, 18 de septiembre de 2015

Impunidad y corrupción: cómo identificar a un corrupto

   A quien le sirva el sombrero que se lo ponga


                Con frecuencia hablamos de la corrupción instalada en nuestra sociedad. Hacemos referencia a funcionarios corruptos y hechos de corrupción. Olfateamos la descomposición del tejido social que implica lo que, por definición, es un cuerpo corrupto. Pero ¿cómo identificar más allá de las visibles consecuencias un acto de corrupción? O mejor aún, ¿cuáles son las características de un corrupto, que lo distinguen del común de los mortales?
                En primer lugar debemos saber que un acto de corrupción no identifica a un corrupto. Todos, en mayor o en menor medida, hemos sido autores, por acción u omisión, de un acto tendiente a corromper un sistema particular. Quien más o quien menos ha pasado un semáforo en amarillo casi anaranjado vulnerando la ley de tránsito. O no usamos el cinturón de seguridad, o el casco en la motocicleta, etc. Transgredir una norma circunstancialmente no nos hace corruptos. Menos aún cuando reconocemos esa falta y en el mejor de los casos tratamos de reparar el daño si lo hubo. 
                Pero si cometer un acto de corrupción no nos hace corrupto, ¿cómo identifico a un corrupto? ¿Qué es lo que lo caracteriza? ¿Cómo es su perfil? Veamos.
                En primer lugar el corrupto no se percibe a sí mismo como tal. No se identifica como corrupto. La persistencia de su actitud es tal que no advierte la gravedad del mal. La cotidianeidad, la costumbre de repetir una y otra vez actos de corrupción le anestesian la conciencia. Hay todo un camino que comienza con un acto corrupto – por ejemplo, el legislador que designa a un familiar como asesor, por nepotismo,- y poco a poco va admitiendo como natural otros “renuncios” como dirían nuestros gauchos. Curiosa y sabia palabra que indica claramente a donde se desliza: se renuncia a la actitud moral una y otra vez.
                Como la corrupción debe ser enmascarada, el sujeto es un maestro para aparentar lo que no es: veleidoso y narcisista, superficial y acomodaticio. Frívolo y lujurioso. Vale reiterarlo: aparentar lo que no se es. Una verdadera estrategia del camuflaje que le da pingüe ganancia en círculos de poder. Su familia tal vez atraviese por la peor tormenta pero él siempre conservará las apariencias y sonreirá para “la gilada”, ya que siempre se considera mejor que los demás. Claro que su gentileza y educación no le permitirán manifestarlo. Como aquel empresario que aún en la quiebra sigue dando fiestas, repartiendo favores y pagando regalos caros a funcionarios tan venales como él.
Como debe auto justificarse para mantener adormecida a su conciencia vive en permanente comparación. “¡Si él lo hace por que yo no! Después de todo no soy ningún delincuente. No mato a nadie!”. De allí que nunca admita que su propia corrupción y necesite exacerbar sus logros sociales o laborales  –con pies de barro- y exponerlos, sea en círculos reservados donde actúa o en los públicos a los que accede gracias a los medios de difusión. Dar a publicidad grandes inversiones empresarias pero evadir impuestos convirtiéndose en un delincuente, es un ejemplo.
En tanto mantenga dominada su conciencia la considerará impoluta. Proclamará su “limpieza” y por ende exigirá un trato excelso.  No soporta la crítica y mucho menos que se le insinúen como corruptas sus actitudes. Contrataca de inmediato, insulta si es necesario, muestra su ira y su orgullo herido. Hace del honor una bandera con el serio riesgo que se transforme en mortaja. Verbi gratia, un juez que exige ser tratado de Su Señoría, que no trepida en llamar al jefe de todo aquel que lo critique –sea cual fuere el ámbito- pero que apenas concurre cuatro o cinco horas a su Tribunal, dejando que los expedientes se les amontonen, “¡Total! Si la culpa la tiene el sistema, no yo…”. Transparencia Internacional nos califica con la nota 2,90 sobre diez. Somos uno de los países mas corruptos de América.¿La razón?. La impunidad. ¿Quiénes son responsables de tanta impunidad?. Nosotros, jueces y fiscales. Una imagen clara es que en la pretendida lucha contra el narcotráfico siempre caen los que trasportan la droga o en el mejor de los casos el que la estira. Nunca una causa de lavado de dinero.
Corrupción e impunidad. Fíjense estos nùmeros que cualquiera puede consultar en el link estadísticas de la página www.mpf.gov.ar  : Veamos condenas en algunos delitos federales en Capital Federal: Lavado de dinero en casi diez años solo once condenas. En los últimos cuatro años: ninguna. Por delitos ambientales: dos. Incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos y por malversación de caudales públicos : una sola condena para cada uno de estos delitos en casi diez años. Por coimas o cohecho: cuatro en casi una década. Por enriquecimiento ilícito: una en el mismo lapso de tiempo. Por prevaricato, por retardo o denegación de justicia, por apremios ilegales a presos a su guarda, por abuso de autoridad, por organización y financiamiento de trafico de estupefacientes, NINGUNA CONDENA del año dos mil al 2008. ¿Impunidad? Las causas en su mayoría terminan por prescripción a un costo incalculable para el estado. O mejor si: Hay ong que han calculado que cada expediente penal –y hay cientos de miles- le cuesta a los ciudadanos mil doscientos dólares. Cuando del propio Estado no se cumple los fallos de la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación como ocurre en el caso del  Riachuelo y ningún fiscal investiga a los incumplidores ¿Qué puede esperarse?. Y lo peor es que nuestras reacciones son viscerales: marchas pidiendo justicia pero sin un plan concreto para obtenerla. Grandes concentraciones populares que se desinflan como un globo y ni siquiera mellan a la corrupción estructural instalada como el cuero de un de un elefente. No le entran las balas, no señor.
Y podríamos seguir…: como dijo una vez un cura “La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir”. ¿Qué tan acostumbrados estamos?.
Antonio Gustavo GómezFiscal General ante la Cámara Federal de Tucumán

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